Intérpretes Femeninas
Patricia González
González Avellán, Patricia Alexandra Lucía
Guayaquil, Guayas, Ecuador, 15-mayo-1943.
Cantante, guitarrista. Sus padres fueron Eduardo González Holmes y Esmeralda Avellán Santos. Su entorno familiar fue muy musical: su madre cantaba, al igual que sus tíos paternos, quienes además tocaban el piano y la guitarra. Desde niña demostró condiciones especiales para la música. Patricia comenzó a trabajar desde muy temprana edad. Proveniente de una familia de origen muy musical, tocaba el piano a los 4 años, la guitarra desde los 12 y cantaba con sus familiares sin saber que su voz ronca le abriría muchas puertas. En contra de las recomendaciones de algunos de sus más allegados, empezó en la música formalmente en 1970. Ser mujer y ser artista no eran bajo ningún concepto palabras que pudieran combinarse, por lo que necesitó de varios empujones para decidir abrirse paso como cantante. Sumado a esto, su timidez y un profundo temor al ridículo jugaban en su contra, pero gracias al destino varias personas importantes se cruzaron en su camino.
En 1970 inició su carrera artística por invitación de Santiago Bo, representante artístico argentino, quien la invitó a actuar en el Teatro 9 de Octubre de Guayaquil, alternando con el cantante cubano, Rolando Laserie. A finales de 1968 grabó su primer disco en Bogotá, el cual incluía los boleros La torre y En un rincón del alma de Alberto Cortez. En 1970 grabó los boleros ¡Qué tontería! y Por amor, del compositor dominicano Rafael Solano. En 1980, en México, grabó un disco de rancheras y otro de música colombiana, con el guitarrista Víctor Mato. Posteriormente, grabó un disco compacto, dirigido por Armando Manzanero. En Colombia, para el sello BMG, grabó 20 boleros en 1998. En Argentina grabó 2 discos compactos con el guitarrista Lucho González, Homenaje a Chabuca Granda. Con mucho éxito, en Ecuador ha grabado varios discos de pasillos, en los que destaca el pasillo Reproche.
Algunos años antes, en Guayaquil, había tenido la oportunidad de conocer a la compositora peruana Chabuca Granda, de quien sabía la letra de todas sus canciones. Chabuca, al escucharla entonar uno de sus valses peruanos, le dijo que su forma de cantar era perfecta y que ojalá su voz no se desperdiciara. Benjamín Correa, una de las primeras guitarras de México, quien la acompañó a cantar en una fiesta, opinó que Patricia tenía una enorme soltura y sentimiento para el canto. Y Óscar Avilés, primera guitarra del famoso conjunto Los Morochucos, dijo que pocas veces había escuchado a una ecuatoriana que sintiera y cantara tan bien el vals peruano. En 1970, mientras se preparaba para salir al escenario, otro gran músico la escuchó y preguntó de quién se trataba. “Señorita, canta usted muy bien”, le dijo, mientras Patricia tocaba su guitarra y tarareaba Te extraño. Era Armando Manzanero, el maestro del bolero, quien se había quedado embelesado escuchándola y con quien entabló, desde entonces, una entrañable amistad.
Después de 50 años cantando, Patricia no necesita calificativos, de hecho muchas veces los rechaza. Se siente, más bien, lejos de aquellos que la califican como diva o artista; ella se siente una cantante para quien cantar es algo vital. Sentir el cariño del público es el placer añadido. En su carrera se ha presentado en teatros y salones, pero también en espacios íntimos, como aquellos de los inicios, cuando ella sola y su guitarra entretenían al público. Ha dado conciertos en escenarios imponentes, rodeada de músicos y también en la intimidad de El Rincón del Alma, espacio que abrió en 1973 y por donde pasaron todas las personas que en aquel entonces buscaban el privilegio de escucharla.
Patricia ha cantado siempre lo que a ella le ha dado la gana; se ha mantenido firme en sus convicciones y coherente en sus opiniones. Conoce de boleros lo que no está escrito, desde los nombres de los compositores, hasta las historias ocultas detrás de cada tema.
Dueña de un bagaje musical amplísimo, ha compartido con el público sus experiencias más personales, contando en primera persona sus historias con compositores y compañeros, así como describiendo palabra a palabra el significado de las canciones. Ella no cuenta historias de terceros. Como siempre recalca, una de las grandes satisfacciones que le ha dado esta profesión es la de poder conocer a los autores o intérpretes de los temas que canta. Más de uno se ha movilizado para conocerla en persona y más de una vez le han dicho que su interpretación es la mejor. Cierto o no, Patricia tiene un respeto especial por quienes poseen el arte de componer, pues a ellos les debe uno de los elementos esenciales de su vida… las canciones.
Todos estos años, en una profesión que nace en lo más profundo, Patricia ha sido disciplinada y constante. Cantar ha sido una elección de vida a la que, de alguna manera, es imposible renunciar. Pues mientras se tiene el arte de cantar, compartirlo es una responsabilidad. Son el ocaso y la mirada del otro los que invitan al artista a dejar el escenario. Hasta eso, el show debe continuar.
Reconocimientos: Palma de Oro, mejor cantante sudamericana, Los Ángeles, California, 1974, entre muchos premios màs.-